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Punk in the Park San Pedro 2025: el rugido del punk californiano frente al mar

El punk nunca se ha ido. Ha cambiado de forma, de discurso y de público, pero su esencia irreverente sigue latiendo con fuerza. Entre modas pasajeras y nuevas corrientes musicales, este género ha resistido medio siglo de transformaciones sin perder autenticidad. Esa resistencia volvió a sentirse con intensidad los días 4 y 5 de octubre en el puerto de San Pedro, California, durante una de las ediciones más memorables de Punk in the Park, un festival que reafirma el espíritu comunitario de una cultura que vive por y para la música.
El evento, realizado en el pintoresco Berth 46, ofreció una experiencia difícil de igualar: mar, palmeras, cerveza artesanal, música a todo volumen y una hermandad punk palpable en cada rincón. Desde temprano, cientos de asistentes comenzaron a llenar el recinto portuario, dispuestos a dos días de energía desbordada, pogo, recuerdos y sonidos que definieron generaciones. Punk in the Park ha sabido encontrar el equilibrio perfecto entre la nostalgia y la renovación, y lo hace manteniendo su carácter asequible y su atmósfera de barrio, algo que otras producciones masivas han ido perdiendo con el tiempo.
San Pedro, una joya del sur de California con historia centenaria, se convirtió en el escenario ideal para esta celebración. Desde sus orígenes como asentamiento portuario en el siglo XIX hasta su consolidación como parte esencial del Puerto de Los Ángeles, la ciudad ha sabido combinar trabajo, diversidad y vida cultural. Hoy, San Pedro es sinónimo de identidad costera, con su oferta gastronómica, museos marinos y un entorno que respira historia. Ver cómo sus muelles se transformaban en un espacio musical fue un recordatorio del vínculo entre la cultura urbana y los lugares que la sostienen.
El ambiente en el festival era tan cálido como el clima angelino. Desde el mediodía, el aroma del mar se mezclaba con el de las cervezas artesanales ofrecidas por distintos productores locales, quienes, por un costo adicional, brindaban degustaciones ilimitadas. El público, de todas las edades y estilos, recorría puestos de vinilos, camisetas, arte gráfico y comida, en una atmósfera relajada pero expectante. La entrada para ambos días costaba alrededor de 150 dólares, un precio que, comparado con otros festivales de gran escala, resultaba accesible y coherente con la filosofía del punk: diversión sin pretensiones.
La música, como era de esperarse, fue la columna vertebral de la experiencia. El cartel reunió a verdaderas leyendas del punk californiano junto a nuevas generaciones que mantienen vivo el legado. Desde Victorville, Face to Face demostró por qué es uno de los pilares del punk melódico de los noventa, con su mezcla de introspección y energía cruda que sigue conectando con el público. La elegancia de su ejecución contrastó con la rudeza del entorno industrial del puerto, creando una postal inolvidable.
Uno de los momentos más intensos llegó con Pennywise, banda originaria de Hermosa Beach y símbolo indiscutible del hardcore punk del sur de California. Con su mensaje de unidad y resistencia, el grupo reafirmó su lugar en la historia del género. Su vocalista Jim Lindberg, a sus 60 años, continúa siendo un torbellino de energía sobre el escenario, demostrando que el punk no tiene fecha de caducidad.
Adolescents, formados en 1980 en Fullerton, ofrecieron una descarga de pura historia. Su sonido crudo y directo evocó los días en que el punk era sinónimo de juventud rebelde y libertad total. Canciones clásicas de su debut homónimo de 1981 se sintieron tan frescas como hace cuatro décadas, confirmando que la autenticidad nunca envejece.
La diversidad musical del festival se hizo patente con The Interrupters, una de las agrupaciones más vibrantes de la nueva ola punk-ska. Liderados por Aimee Allen y los hermanos Bivona, el grupo demostró que el ska californiano sigue vivo y que su energía puede contagiar hasta al público más veterano. Su sonido, producido por Tim Armstrong de Rancid, encendió el ánimo de todos con una fuerza imparable.
El cierre de la primera jornada estuvo a cargo de Bad Religion, una institución del punk mundial. Fundada en 1980 en Los Ángeles, la banda combinó velocidad, precisión y reflexión en un espectáculo magistral. Greg Graffin y compañía dejaron claro por qué son un referente moral e intelectual del género. Su mensaje crítico, cargado de filosofía y política, sigue resonando en tiempos de incertidumbre, y su ejecución impecable mantuvo al público en un estado de euforia colectiva.
El segundo día tuvo como protagonistas a los míticos Descendents, uno de los nombres más influyentes del punk melódico. Con Milo Goes to College como estandarte, su presentación fue un repaso por temas que marcaron a generaciones enteras. Su mezcla de energía y vulnerabilidad sigue siendo un punto de referencia para bandas que buscan equilibrar emoción y velocidad.
Otra actuación sobresaliente fue la de TSOL (True Sounds of Liberty), veteranos de Long Beach que aportaron un matiz más oscuro con su estilo entre el punk, el deathrock y el gótico. Elegantes y potentes, mostraron que la experiencia también tiene su propio poder. Recién llegados de su participación en el festival Off Limits en Ciudad de México, los californianos ofrecieron una de las presentaciones más intensas del fin de semana.
Completaron el cartel nombres esenciales del panorama punk contemporáneo como Comeback Kid, The Aggrolites, The Adicts, Ignite y Guttermouth, quienes mantuvieron la energía al máximo desde el primer acorde hasta el último. Cada banda aportó su propio matiz dentro de un mosaico que celebraba la diversidad del punk, desde el hardcore más brutal hasta el ska más festivo.
Al caer la tarde, con el océano reflejando los últimos rayos de sol y el público entonando himnos que han sobrevivido décadas, quedó claro que Punk in the Park San Pedro 2025 fue más que un festival: fue una reafirmación de principios. Una reunión de almas que, sin importar edad ni procedencia, encontraron en la música un refugio y un motivo para seguir gritando, saltando y viviendo sin miedo.
El punk no es una moda ni una nostalgia; es una forma de entender el mundo, y en San Pedro volvió a demostrar que su fuego sigue encendido. Entre riffs furiosos, cervezas, camaradería y mar, el espíritu rebelde de California volvió a rugir.

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