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CD Review

Nuevo sencillo de Not For $ale, The 47th, es un himno contra el autoritarismo estadounidense




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Not For $ale

Con su tema debut The PretenderNot For $ale hizo una entrada contundente en la arena del rock político: señalando con nombre y apellido, confrontando al poder y desafiando a los oyentes a cuestionar el rumbo de la democracia. Ahora, el proyecto regresa con The 47th, una declaración más afilada y con más capas, que pasa de la pura indignación a una crítica sobria y de gran angular sobre los sistemas que permiten que el autoritarismo prospere.

En este nuevo sencillo, Not For $ale enfoca la lente en la cultura de la desinformación, la política-espectáculo y la erosión institucional, advirtiendo sobre un punto de inflexión en el que la democracia corre el riesgo de deslizarse hacia algo mucho más oscuro. Es una canción construida sobre la urgencia y la resistencia, impregnada de energía cruda y de una profunda inquietud por el camino que se avecina. Hablamos con el artista sobre la evolución de The Pretender a The 47th, la influencia del clima político actual en su escritura y por qué cree que la música todavía tiene el poder de unir a las personas contra la deriva autoritaria.

Tu canción anterior, “The Pretender”, era audaz y directa — con “The 47th”, el mensaje se siente aún más complejo. ¿Qué impulsó esa evolución de la protesta hacia una crítica más profunda?
Al principio, The Pretender era más una advertencia, casi surrealista en tono. Realmente no creía que pudiera volver a suceder. Pensé que los estadounidenses no serían lo suficientemente ingenuos como para reelegirlo. Esa incredulidad le dio a la canción su energía cruda, teñida de sarcasmo. Pero con The 47th, las cosas se volvieron más complejas. La narrativa pasó de hipótesis a realidad. Lo que comenzó como retórica populista, prometiendo restaurar la antigua grandeza de Estados Unidos, se ha convertido en una amenaza mucho más seria. Una vez que el “pretendiente” se convierte en el 47º presidente, se siente legitimado. Y ahí es donde el peligro se vuelve tangible: la sensación de poder absoluto e impunidad es enorme, especialmente en alguien con un ego inflado y tendencias narcisistas. Lo que resulta aún más alarmante hoy es el colapso de las salvaguardas institucionales, especialmente la separación entre el poder político y la justicia. Ya no existe un cortafuegos. La idea de autoindultarse ha dejado de ser un absurdo teórico; ahora es real.

¿Qué simboliza para ti el título “The 47th” más allá de la obvia referencia política? ¿Se trata de una persona, un momento o un sistema?
The 47th no es solo una persona; es un punto de inflexión. El título se refiere al presidente actual, pero, más importante aún, simboliza un momento en el que el sistema expone sus propias grietas. Es el punto en el que la democracia, si no se protege, puede deslizarse hacia algo más oscuro. También habla de la forma en que se practica la política hoy en día, moldeada por un flujo constante de información y una desinformación desenfrenada. Las fronteras entre la verdad y la manipulación se han difuminado. Cuando alguien prospera en ese caos y ocupa el cargo más alto, no es solo un hecho político; es el reflejo de un panorama político profundamente distorsionado. The 47th se convierte en símbolo de esa distorsión, y del peligro que surge cuando el espectáculo sustituye a la sustancia. Y ahí es donde el sentimiento se vuelve más complejo: tanto triste como alarmante. Triste, porque estamos presenciando la erosión silenciosa de un ideal: una democracia construida sobre la razón, el debate y la verdad. Alarmante, porque el cambio no ocurre de forma abrupta, sino insidiosa, disfrazado de estrategia, entretenimiento y cinismo. El escándalo se convierte en rutina, la mentira en opinión y la verdad… en una opción más. Aun así, The 47th también puede servir como una llamada de atención. Un momento de ajuste de cuentas en el que la indignación se transforma en acción, y la desilusión en un compromiso renovado. Paradójicamente, puede ser el choque que la sociedad necesita para redescubrir el valor de sus principios y, finalmente, decidir defenderlos con claridad y valentía.

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¿Cómo influyó el clima político actual en la escritura y el tono de este nuevo tema?
El tono de esta canción es mucho más serio y alarmante. Nos enfrentamos al presidente del país más poderoso del mundo, actuando como un matón. Un narcisista patológico cuyas acciones van más allá de la simple provocación; siguen una estrategia deliberada de división y manipulación. Esto ya no es política. Es una actuación permanente, donde el ego prevalece sobre los principios y la verdad se vuelve flexible. Basta con mirar las guerras que están ocurriendo actualmente y a esta figura que afirma que podría terminarlas al instante, como si él solo tuviera las llaves de la paz mundial. Declaraciones así, absurdas y peligrosas, revelan una visión del poder desconectada de la realidad, pero inquietantemente eficaz para seducir a multitudes hambrientas de respuestas simples a problemas complejos. Es tan polarizador que una implosión estadounidense apenas sería sorprendente. La portada del álbum es una representación impactante de una América en llamas, fracturada, casi irreconocible. Captura perfectamente esta tensión extrema. Muestra a una nación en declive, consumida por sus propias contradicciones, su ira y sus ilusiones. En este punto, un ataque externo parece tan plausible como un colapso interno. El país parece frágil, expuesto en todos los frentes: política, social y emocionalmente. La imagen no es solo decorativa; es una ilustración elocuente del clima actual, una expresión visual del profundo malestar que recorre la sociedad. Esta atmósfera, marcada por la brutalidad verbal, el desprecio hacia las instituciones y la glorificación del caos, moldeó profundamente la escritura. Ya no se trata solo de comentar la actualidad, sino de hacer sonar la alarma. El tema refleja esa urgencia, esa incomodidad y la negativa a guardar silencio ante lo que cada vez más se asemeja a una deriva autoritaria.

Portada del nuevo disco de Not For $ale

Portada del nuevo disco de Not For $ale

Describes esta canción como una revuelta contra la ilusión y la deriva autoritaria. ¿Hubo algún hecho o realización específica que la motivara?
El detonante fue, por supuesto, esa improbable reelección. Me dejó sin palabras. Me encontré en un momento en que la realidad superó a la ficción, en que lo absurdo se impuso con tal fuerza que me quedé paralizado, atrapado por el vértigo. Como si algo fundamental se hubiera roto. Vi cómo la realidad se deshilachaba, pieza por pieza, en una serie de señales tan preocupantes como incomprensibles. Una deriva casi insidiosa, donde la mentira se volvió algo común, las instituciones eran objeto de burla y el ruido mediático ahogaba la verdad. Ver cómo la realidad se torcía bajo el peso de la puesta en escena me impulsó a responder. Esta pieza nació de la necesidad urgente de decir no: no a la confusión fabricada, no a la manipulación, no a una forma de poder que prospera en el caos.

¿Crees que la música todavía tiene el poder de generar un cambio político o cultural real, o su papel es más de reflexión y resistencia?
Creo, por encima de todo, que la música tiene el poder de reunir a la gente. Y son las personas que se unen las que pueden generar un cambio real. La música, por sí sola, no transforma estructuras, pero crea conexión. Une sensibilidades, da voz a quienes no la tienen. Es un megáfono que puede escucharse a gran escala, cruzando fronteras, idiomas y barreras sociales. Puede despertar, movilizar y agitar una conciencia colectiva. Y en esa resonancia está el potencial de transformación. El texto de The 47th nace de la negativa a permanecer en silencio. Busca provocar resistencia, mantener vivo el pensamiento crítico. La música no cambia el mundo por sí sola, pero puede estar al lado de quienes lo intentan. Puede crear espacios de resonancia, solidaridad y claridad. Y, en un panorama saturado de ruido, cinismo y distracción, despierta la conciencia allí donde el poder intenta adormecerla.

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